Evolución de la teléfonía móvil

La Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) calcula que, a estas alturas, la penetración de la telefonía móvil a nivel mundial está a punto de alcanzar al 87% de la población. ¿Y en España? Los datos no desentonan. El último informe del Instituto Nacional de Estadística (INE) sobre equipamiento y uso de tecnologías de la información y comunicación sitúa en más del 95% la presencia de este tipo de dispositivos en todo el país. Una cifra que supera con creces a la de la telefonía fija (80,6%) y que supone un crecimiento de 30 puntos porcentuales durante la última década, cuando se había alcanzado a poco más de la mitad de los hogares. Es más, dos de cada diez familias españolas disponen única y exclusivamente de celular en su lugar de residencia.

Y la cosa no tiene trazas de retroceder. Observando la popularidad de los móviles por tramos de edad se evidencia que las nuevas generaciones vienen pisando fuerte. En nuestro país, el 65% de los niños de entre 8 y 12 años ya poseen su propio teléfono y casi el 38% de los menores de 13 años se decanta por uno de tipo smartphone con conexión a Internet frente a los terminales con funcionalidades más básicas, según un estudio publicado por comScore y Nielsen. Por lo que es de esperar que las cuotas de mercado sufran un incremento notable durante los próximos tiempos y el teléfono móvil se consolide como uno de los iconos tecnológicos del siglo XXI.

El origen: Motorola DynaTAC 8000x

¿Pero cómo comenzó todo? Las raíces de la telefonía móvil se encuentran en los albores de la Segunda Guerra Mundial, cuando la compañía estadounidense Motorola lanzaba al mercado su primer modelo de Handie Talkie para facilitar la comunicación a distancia entre las tropas militares. Este equipo basaba su transmisión en las infraestructuras de ondas de radio que, por aquel entonces, no superaban los 600 kHz. Aún así la revolución que se desencadenó fue extraordinaria. En la década de los 50 y los 60, por ejemplo, esta tecnología derivó en la comercialización de una gran variedad de aparatos bautizados como walkie-talkies, que se utilizaban principalmente entre policías, bomberos, ambulancias y demás servicios de emergencia.

Aunque el primer precursor propiamente dicho no llegaría hasta 1973, año en el que Martin Cooper, director corporativo de Investigación y Desarrollo de la compañía ahora en manos de Google, inventó el Motorola DynaTAC 8000x. Este abuelo del teléfono móvil moderno medía exactamente 33 centímetros de largo, pesaba casi 800 gramos y lucía un diseño poco estético, pero logró convertirse en el objeto de deseo de las altas esferas sociales o de aquellos que podían costear sus 3.995 dólares de precio. Entre sus especificaciones, contaba con una memoria capaz de almacenar 30 números de teléfonos, prometía autonomía de una hora en conversación (8 en modo “standby”) y funcionaba de manera analógica.

Esto en cuanto a diseño. Porque los sistemas comerciales debutaron en la ciudad japonesa de Tokio un lustro después, en 1979, de la mano de NTT. Y los ingenieros de Escandinavia se pusieron las pilas para sumar al Viejo Continente a este mar de innovaciones, introduciendo en 1981 un sistema similar al extendido Advanced Mobile Phone System. En plena época del 1G, las conexiones que se establecían tenían un denominador común: eran un tanto precarias, se limitaban al componente de la voz y la transferencia estaba plagada de imprecisiones. Y los terminales destacaban por su grosor, especialmente el primer teléfono portátil de Nokia, el Mobira Senator (1982), que rondaba los 10 kilos.

Segunda generación: Digitalizando las comunicaciones

Para poner coto a la mayoría de estas limitaciones, se comenzaron a digitalizar las comunicaciones y a flexibilizar recursos. Por una parte, las operadoras pasaron a transmitir varias conversaciones de manera simultánea, incrementando el número de usuarios que podían usar su red en un momento dado; y, por la otra, se aumentó el nivel de sofisticación de la seguridad, se mejoró la calidad de la voz, se añadieron servicios complementarios como el SMS y se simplificó la construcción de terminales. Fue en los 90, década en la que nacieron varios estándares como el GMS, el D-AMPS o el PDC. Y en la que también vieron la luz modelos como el Simon Personal Communicator (1993) patrocinado por IBM y BellSouth, que juntaba en un mismo paquete funciones de teléfono, calculadora, libreta de direcciones, correo y fax, o el Motorola StarTAC (1996), que dejó a un lado las especificaciones de gran calibre para mimar el aspecto exterior con un diseño ligero tipo “shell”.

Pero la avidez de los consumidores exigió pronto un salto al denominado 2.5G, que alimentaba el motor de los incipientes sistemas multimedia con una capacidad de transferencia de datos mayor. Mientras en Japón los proveedores de servicios de telecomunicaciones decidieron migrar directamente a las redes 3G con el cambio de siglo, en 2001, sus homólogos europeos y estadounidenses optaron por realizar una transición más suave, rápida y económica desde el 2G al 2.5G. ¿Entre las novedades aportadas? La posibilidad de enviar y recibir EMS con melodías e iconos o MMS con texto, imágenes, sonidos… y vídeos. Dos de los terminales más demandados en este impasse fueron los Nokia 6110 (1997) y Nokia 8210 (1999) con su característico estilo “candybar” de 13 centímetros y 137 gramos en el primer caso y de 10 centímetros y 79 gramos en el segundo.

Tercera y cuarta generación: El papel de Apple

Eso sí, si hay un teléfono que ha marcado un antes y un después en la historia reciente de la telefonía ése es el iPhone. Con el dispositivo original de la manzana mordida, lanzado en 2007, se abrazó la moda de las pantallas táctiles que permiten desprenderse de teclados físicos y voltear el contenido en dirección horizontal y vertical de forma puramente intuitiva. Este iPhone clásico poseía cámara fotográfica de 2 megapíxeles, sincronización con iTunes, jack para auriculares, conectividad Wi-Fi , un software minimalista y otra serie de características que lo convirtieron rápidamente en la joya de la corona móvil. De hecho, llegó a ser nombrado invento del año por la revista Time y ha dejado en el olvido a diversas tentativas que florecieron en los años 2000 con méritos diversos como Kyocera QCP6035, T-Mobile Sidekick, Sanyo SCP-5300 o Motorola Razr V3. Y, sobre todo, se ha opuesto a los tradicionales diseños de Research In Motion, desde su mítico BlackBerry 5810 hasta el más reciente BlackBerry Bold 9790.

Tras él han llegado cinco revisiones completas del modelo a cargo de Apple, la última de ellas hace escasos días, y una lucha intensa con los smartphones Android de firmas como HTC, Motorola, Sony o LG, que están comenzado a copar los mercados. La plataforma de Google es la que más está creciendo a día de hoy, por competitividad de precios y también curiosamente gracias a su fragmentación. Y este mismo año uno de sus máximos representantes, Samsung, ha conseguido destronar a una Nokia en decadencia como mayor fabricante de celulares en el mundo, vendiendo 93,5 millones unidades de teléfonos en un sólo trimestre (25,4 % de cuota) frente a los 82,7 millones de la finlandesa ( 22,5%). En el caso de los teléfonos inteligentes también lidera, despachando más smartphones que Apple, Nokia y HTC juntas.

Bien sea aprovechando los beneficios del 3G como de las redes LTE, cualquier terminal actual permite convergencia de voz y datos a gran velocidad, jugar con aplicaciones, reproducir música, realizar videoconferencias y, en definitiva, disfrutar de una movilidad total. Y en países en vías de desarrollo, como Ghana, o potencias emergentes, como la India, el celular se ha alzado como un verdadero revulsivo económico. Habrá que ver qué nuevos caminos adopta esta tecnología, donde la próxima batalla podría versar en torno a los sistemas operativos, con el desarrollo de alternativas open source, más que en detalles estilísticos o de infraestructura.

fuente.siliconweek.es